Cuando la NASA decidió afrontar cuerpo a cuerpo a una roca del cosmos, no solo probaba la viabilidad de defender la Tierra, sino que también abría una puerta hacia lo inesperado.
En septiembre de 2022, la misión DART (Double Asteroid Redirection Test) logró lo que parecía salido de una novela de ciencia ficción: estrellar deliberadamente una nave de 600 kilos contra un pequeño asteroide llamado Dimorphos, que orbita a su hermano mayor, Didymos. Lo que sucedió después, sin embargo, ha dejado perpleja a la comunidad científica.Los datos iniciales tras el impacto fueron rotundos: la órbita de Dimorphos se acortó en unos 33 minutos, superando ampliamente las expectativas de la misión.
Pero con el paso de las semanas, los astrónomos observaron un fenómeno inquietante: la órbita del asteroide seguía reduciéndose, ahora de forma más lenta pero sostenida. Una alteración que no debería haber ocurrido… y que nadie ha logrado explicar del todo.
Hipótesis
Cinco equipos de investigadores han analizado distintas variables del experimento, considerando hipótesis que iban desde la liberación gradual de escombros hasta interacciones gravitatorias imprevistas.
Una explicación sugerida era que las rocas levantadas por el impacto podrían haber sido eyectadas paulatinamente, contribuyendo a la pérdida de energía del sistema. Pero este escenario pronto ha sido descartado por nuevos cálculos liderados por Harrison Agrusa y Camille Chatenet, de la Universidad de la Costa Azul, en Niza.
Su estudio indica que Dimorphos no posee la masa ni la energía suficiente para expulsar esos fragmentos al espacio exterior de manera duradera. Todo bólido lanzado tiende a regresar, recombinando su impulso con el cuerpo original, como una danza celeste en equilibrio perpetuo.
Agrusa plantea una posibilidad más sutil pero no menos fascinante: el impacto no solo alteró la órbita del asteroide, sino que también pudo haberlo puesto a girar de manera caótica. Esta rotación interna, sumada al movimiento de los fragmentos sobre su superficie, podría haber generado fricción. Y con la fricción, calor. Este calor disipado implicaría una pérdida de energía en el sistema, lo que explicaría, en parte, la continua disminución de la órbita observada durante el mes siguiente al impacto.
Aunque aún no se ha modelado esta hipótesis con simulaciones detalladas, la idea cobra fuerza al considerar los efectos prolongados de estos movimientos internos. «Mover material sobre la superficie implica cambiar la energía potencial gravitatoria de Dimorphos», ha explicado Agrusa. “Ese proceso puede ser lo suficientemente lento y constante como para provocar un ajuste gradual en su órbita”.
Imprevisibilidad
Este fenómeno inesperado también sirve como advertencia: incluso con tecnología punta y modelos matemáticos avanzados, el comportamiento de los cuerpos celestes sigue desafiando nuestra comprensión.
No obstante, Agrusa hace hincapié en que este tipo de efecto sería irrelevante si lo que se pretende es desviar un asteroide que amenaza la Tierra. Esto se debe a que el sistema binario Didymos-Dimorphos es una rareza astronómica. En un asteroide solitario, que es el escenario más probable en una emergencia real, la posibilidad de este tipo de pérdida prolongada de energía es casi nula.
Con todo, la misión DART nos recuerda que aún nos queda mucho por aprender del lenguaje de los astros.